La naturaleza no aguanta todo

Mañana se festeja el Día Mundial del Medioambiente y seguramente habrá actos y declaraciones de distintos niveles para reafirmar el compromiso con un mundo más limpio. Sin embargo, los gobiernos de toda la región siguen en deuda con dos aspectos de fuerte impacto sobre nuestros recursos naturales: el tratamiento de la basura y de los efluentes cloacales.

En el 2013, se publicó un completa serie de dossiers sobre la situación de los residuos sólidos urbanos en Río Negro y Neuquén, constatando un pobre nivel de separación, tratamiento y reciclado del kilo de basura diario que produce cada habitante de nuestra región. En ese entonces había varios proyectos en marcha para mejorar la situación. El año pasado editó un informe constatando los escasos avances en dos años. Hoy podría escribirse otro en la misma tónica: salvo excepciones puntuales, mucha basura sigue tirándose a cielo abierto en nuestras ciudades y las plantas de tratamiento funcionan a media máquina o siguen sólo en los papeles.

En Bariloche, el propio gobierno municipal admitió hace unos días que la planta “modelo” de clasificación y tratamiento inaugurada hace poco más de un año a un costo de 80 millones de pesos recupera menos del 10% de todo lo que tiran sus habitantes y en menos de cuatro años verá completada la capacidad del recinto. Allen, Cipolletti, Campo Grande, Cinco Saltos y Fernández Oro siguen esperando la concreción de una planta que trate los residuos de estas cinco ciudades, desde hace varios años en estado de proyecto. Neuquén comenzó con la separación de residuos en origen, pero su proyecto de un complejo en la meseta que procese la basura regional también chocó con críticas de quienes impulsan la iniciativa nacional del proyecto Girsu.

Los errores de planificación y desencuentros se repiten a la hora de hablar de cómo disponer las aguas servidas en la mayoría de nuestras ciudades, que siguen contaminando los principales ríos y lagos de la región, generando no sólo una amenaza para los principales recursos hídricos sino también para la salud de nuestra gente, ya que son al mismo tiempo la principal fuente de agua potable.

Un reciente informe del DPA cuantificó la magnitud del problema de contaminación de ríos y lagos sólo en Río Negro: unos 3.000 millones de pesos para resolver problemas en 11 ciudades. Cipolletti es el caso más preocupante, al volcar casi el 45% de sus líquidos cloacales de manera directa al río Negro. En Neuquén, a fines del 2015 el Colegio de Profesionales del Ambiente relevó 14 lugares en el río Limay, donde hay derrames cloacales directos al río.

Las regiones turísticas, que debieran ser pioneras en el cuidado ambiental, no están mejor. Bariloche tiene unos 60.000 hogares sin cloacas porque su sistema no tiene capacidad de procesamiento. El colapso del sistema se ve reflejado en los altos niveles de bacterias detectados en algunas costas del vasto Nahuel Huapi y en que su principal centro turístico, el Cerro Catedral, pasará otro invierno con la planta modular de emergencia, por falta de inversiones. En las zonas lacustres neuquinas, San Martín sigue padeciendo la contaminación del Lácar y en Junín la saturación del sistema ya afecta al río Chimehuín. En Las Grutas recién a fin de mes se tendrá el informe final del proyecto de Plan Director de Cloacas que remedie los daños que los piletones de aguas servidas causan a sus playas.

Es claro que la magnitud del problema y los millonarios fondos que se requieren obligan a una coordinación entre municipios, provincias y Nación. Pero las soluciones se dilatan, quizás porque los piletones cloacales y plantas en basureros no rinden tanto en términos publicitarios electorales como inaugurar viviendas o asfalto.

Una conocida publicidad promueve la resistencia de ciertos pañales con padres sometiendo a su bebé a condiciones extremas y repitiendo la frase: “¡Aguanta! ¡Aguanta!”. Nuestras autoridades parecieran haberse apropiado de ese mantra, confiando en que lo profundo de nuestros lagos, lo caudaloso de los ríos y la vastedad de la estepa patagónica terminen diluyendo el impacto de los desperdicios sin tratar que arrojamos a diario. Pero la capacidad de nuestro entorno no es infinita, y de no mediar acciones concertadas y urgentes el daño será irreparable.

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