La odisea de vivir sin agua potable
Bocas secas que piden a gritos que alguien -el que sea responsable, el que se conmueva- deje circular más agua por las venas terrenales, pero no son escuchadas. O lo que es peor son ignoradas. Sólo reclaman lo que para la mayoría es tan natural como respirar: abrir la canilla de su casa y poder calmar la sed. Para ellos, una utopía. Ciencia ficción. Algunos jamás vieron una ducha.
Presos de las inequidades sociales sobreviven con costos altísimos. Son más de 6,4 millones de argentinos (16% de la población total) que pierden gran parte de su día hurgando en cada pozo, cargando hasta el último balde. Mulas humanas a las que cada sol les trae la misma desesperación: conseguir lo más urgente y vital, agua potable.
Algunos tanto y otros tan poco en este país de extremos. Comunidades rurales aisladas tienen la misma mala suerte que personas que viven en las villas porteñas o los asentamientos informales del conurbano bonaerense. Se sofocan, se enferman más, van menos a la escuela, pierden sus trabajos…
Pero el primer premio de los contrastes -tan grotesco que duele- se lo lleva sin lugar a dudas la villa Rodrigo Bueno, en la Costanera Sur de la ciudad de Buenos Aires. A pasitos nomás del lujoso Puerto Madero que pavonea un exceso de recursos.
«Agua«, dice una voz a la vez que golpea la puerta de la casa de Liz Cardoso. Una mano aparece por la ventana del primer piso que agarra la manguera de un camión contratado por el gobierno porteño para llevar agua a la 3ª y 4ª manzana de la villa Rodrigo Bueno. Así de precario es este ritual que se repite todas las mañanas. Es esto o el desierto. O tener que caminar a una canilla comunitaria en la 3ª manzana o a otra en la plaza de Lola Mora.
«La usamos para lavar la ropa, los platos, el inodoro y para bañarnos. Cuando viene muy marrón ni siquiera para bañarnos. Para tomar compramos un bidón de 20 litros de agua mineral de Cimes que sale $ 55. Igual todos los días voy a la canilla de la 3ª manzana y traigo sólo dos baldes porque no puedo cargar más», explica Liz, mientras le terminan de cargar el segundo bidón azul de 100 litros que tiene en su casa. Allí vive con su marido y sus dos hijos de 3 y 5 años. En el piso de abajo están sus padres y a la derecha vive su hermana, embarazada, y su pareja.
La familia llegó al barrio allá por 2001, cuando la crisis los echó a patadas de un alquiler que tenían en Caballito y terminaron comprando un terreno por US$ 1500. «Como estamos muy cerca del río mi mamá sufre dolor de huesos por la humedad, tenemos muchas alergias y mis hijos tienen broncoespasmos. Lo único que nos hace falta es el agua y las cloacas», dice Liz, empleada de limpieza, que cobra la Asignación Universal por Hijo (AUH). A la vez que agrega: «Tenemos ducha, pero no la podemos usar porque no sale agua. Por eso nos bañamos en palangana, con tachitos, y calentamos el agua con una pava eléctrica. Nosotros no nos vamos a ir de acá. Trabajamos todos los días para poder construir y mantener esta casa. Lo único que queremos es que nos den la escritura y nos pongan los servicios».
Son 1200 las familias que viven en este barrio que se creó a principios de la década del 80 sin acceso al agua potable. Obreros de la construcción que levantaron los altos edificios de Puerto Madero y que hoy todavía trabajan para ellos: son empleadas de limpieza, de vigilancia, niñeras, que todos los días reciben la cachetada de la opulencia.
El predio está dividido en 4 manzanas, y sus límites delimitados por la Reserva Ecológica, la ex Ciudad Deportiva del Club Boca Juniors y la Av. España al 1800. Existe una conexión irregular a la red de Aysa que llega hasta la 3ª manzana, la cual se realiza mediante una cañería de polipropileno que cruza por debajo del puente sobre la Av. España. Este caño toca el agua en las crecientes filtrándose aguas contaminadas y de cloacas en su interior.
Según el informe realizado por la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA en abril de 2015 de este suministro de agua, el recuento de coliformes totales (grupo de especies bacterianas con características comunes que sirven como indicadores fundamentales de la contaminación del agua) es de 9,1, cuando el límite permitido por el Código Alimentario Argentino establece que debe ser menor a 3.
«Los vecinos nos decían que creían que el agua no era potable. Y por eso hicimos este estudio que mostró que el agua no es apta para consumo humano», dice Cecilia González de los Santos, defensora del Ministerio Público de la Defensa de la ciudad de Buenos Aires.
Blanca Brizuela Duarte, delegada de la manzana 3, se queja por problemas en la presión del agua. «De día llega poca agua y a la noche un poco más. Tenemos que arreglarnos con lo que hay. Para tomar compramos agua mineral porque creemos que no es segura. Ni para el mate. Pero los que no saben la toman igual. Algunos compraron filtros que son carísimos. Hoy hace rato que quiero tirar la cadena del baño y se ve que no carga desde anoche», explica.
Las cañerías llegan hasta la manzana 3 y por dicho motivo el agua es provista diariamente por camiones cisterna contratados por el GCBA. Las familias, acorde a sus posibilidades, contienen el agua en tanques de reserva elevados, tambores a nivel del piso o baldes.
«A pesar de estar rodeados de agua, paradójicamente su mayor problema es el agua. Acá el problema es la cantidad de camiones que es irregular y los fines de semana, que es cuando hay más gente en las casas van menos. Va un camión por día y los vecinos tienen que cargar la mayor cantidad de bidones posibles»
Agrega Fernando Lodeiro, también del Ministerio Público de la Defensa de la ciudad de Buenos Aires.
Casas de ladrillo, techos de chapa, bidones azules con agua estancada en los pasillos, son la postal más preocupante de este barrio que lucha por acceder a los servicios básicos. Viven en la zona más cara de la ciudad y sus manos están vacías. Cientos de perros desfilan por sus calles, las cañerías sobresalen por los pisos, los chicos caminan en ojotas incluso cuando el invierno ya dijo presente.
El gobierno porteño se niega a urbanizar el lugar y sólo asiste a los habitantes en caso de emergencias. Argumentan que son terrenos pertenecientes a la reserva y que allí no puede haber residentes. Aunque los intentos de relocalizaciones comenzaron en 2005, no prosperaron. En 2011 la justicia en primera instancia ordenó urbanizar el asentamiento; sin embargo, en segunda instancia, con voto dividido, le dio la razón al gobierno. El caso es analizado hoy en el Tribunal Superior de Justicia.
Pobreza y falta de agua van de la mano
No hacen distinciones de zonas rurales o urbanas. Su escasez se debe a múltiples factores: la reducción del agua de lluvia con relación a la que se evapora, las grandes fluctuaciones interanuales en el agua de lluvia, la degradación de la permeabilidad de la tierra a causa de una mala gestión, entre otros. En Santiago del Estero, 4 de cada 10 hogares (41%) carecen de conexión de agua corriente y deben buscarla fuera del hogar. Lo mismo pasa en el 35% de los hogares de Formosa y de Chaco. Cuando el agua no se hace presente en el hogar, la única salida es ir a su encuentro. Caminando, en bici, en burro, en moto, en camioneta. Como sea. Incluso hay casos en los que las personas tienen que caminar entre cuatro y seis horas para conseguir el recurso.
En el otro extremo, según un relevamiento de la organización Techo, el 95% de los 1834 asentamientos precarios relevados en 8 provincias no cuenta con acceso regular a la red cloacal y en el 90% las familias no tiene acceso al agua corriente. En el 15% de los asentamientos informales las familias beben agua de pozo y simultáneamente eliminan sus excretas a través de un pozo ciego sin cámara séptica, lo cual genera un riesgo sanitario alto. Este dato, además, muestra que la deficiencia al acceso en más de un servicio básico acrecienta la vulnerabilidad.
Porque el agua es la materia prima de actividades cotidianas como lavar y preparar alimentos, bañarse, lavar ropa, uso del sanitario, actividades de limpieza, el riego de plantas y el cuidado de animales. Se estima que una familia de cuatro miembros gasta en promedio mil litros de agua cada día.
«Según datos del censo 2010 son 5 millones de personas en el Gran Chaco que no tienen red de agua o es de mala calidad, y un millón de éstas se encuentran en la Argentina. Si te metés en el saneamiento, esa cifra se duplica. Que tengan red de agua no significa que sea agua potable ni agua segura. Agua segura se refiere a que está dentro de los parámetros normales sin estar procesada, como el agua de lluvia o de pozo»
Explica Paula Juárez, coordinadora de SedCero, una red de organizaciones sociales que llevan adelante proyectos sustentables en el Gran Chaco Americano y buscan soluciones mediante sistemas tecnológicos como la construcción de cisternas y la capacitación de las comunidades rurales.
Para Juárez, las principales trabas para tener un acceso generalizado al agua potable en el país son un marco normativo débil y poco claro; un diseño de política que no es complementario y no llega a todos; que los órganos de control del suministro, cuando existen, tienen funciones limitadas, y que no es clara la gestión administrativa del agua.
Hay que diferenciar la escasez de agua (coyuntural o crónica) de la falta de acceso a la misma. «Casi siempre en ambos casos tiene mucho que ver la gestión que se hace de este recurso. Mala gestión en el control de la oferta y demanda, y mala gestión en cuanto a mantener en buen estado el agua. Esta última cuestión nos está haciendo perder mucho recurso, puesto que la contaminación de acuíferos y aguas superficiales hace que en muchas ocasiones no podamos usar este agua ni siquiera para el riego», cuenta Julio Barea, responsable de campaña de Greenpeace España.
«Lo que hay que definir son las prioridades éticas. No se puede aceptar que haya comunidades sin agua. Es un problema de definición política atado a una cuestión de costos económicos», se queja Gonzalo del Castillo, coordinador de Agua y Juventud. «Como consumen agua en mal estado tienen problemas de salud evitables como diarrea o los efectos producidos por la concentración de metales pesados. Cada agua tiene diferentes tipos de problemas y por eso hay que analizar caso por caso», agrega del Castillo, a la vez que cuenta que están trabajando en proyectos en 10 comunidades en Santiago del Estero y Misiones.
Agua, fuente de vida, impacta directamente en la calidad de vida de las personas y limita otros derechos como a la salud, a la educación y al trabajo. Los más afectados por su carencia, como siempre, son los niños. Según Unicef, la combinación entre falta de agua potable y falta de alimento produce dieciocho mil muertes de niños por día. No hay ningún tipo de mal en el planeta que produzca tal cantidad de víctimas silenciosas.
Es que las enfermedades de origen hídrico aumentan las tasas de morbilidad y mortalidad infantil, así como causan problemas de desnutrición. Estas enfermedades pueden ser contagiadas por múltiples vías: al beber o tener contacto con agua contaminada, así como mediante la ingesta de alimentos regados con aguas servidas, y falta de higiene personal (lavado de manos) y de los alimentos. Asimismo se consideran las enfermedades transmitidas por vectores proliferados en el agua (dengue, por ejemplo) y los trastornos ocasionados por la presencia de determinadas sustancias como nitratos, cadmio, mercurio, arsénico y plomo.
Según un informe realizado por Greenpeace, «las enfermedades transmitidas por el agua son enfermedades producidas por el agua sucia, como puede ser el cólera. En las enfermedades con base en el agua, los causantes son organismos acuáticos que pasan parte de su ciclo vital en el agua y otra parte como parásitos de animales. Estos organismos pueden prosperar tanto en aguas contaminadas como no contaminadas. Como parásitos, generalmente toman forma de gusanos y se valen de vectores animales intermediarios como los caracoles para prosperar, y luego infectan directamente al hombre, penetrando a través de la piel o al ser ingeridos por éste. Se considera que muchas otras enfermedades -incluso tracoma, lepra, tuberculosis, tos ferina, tétanos y difteria- están vinculadas a la escasez de agua porque prosperan en condiciones de escasez de agua y saneamiento deficiente».
Según estimaciones realizadas a nivel mundial, progresos en el suministro de agua pueden reducir la morbilidad por diarrea en un 21%, el saneamiento mejorado en un 37,5%, el lavado de las manos hasta un 35% y mejoras adicionales en la calidad del agua potable, como la desinfección en el punto de consumo, pueden reducir los episodios diarreicos hasta un 45 por ciento.
Son cerca de las 11 en Pampa del Zorro -Chaco- y Alicia Ávila junta fuerzas para encarar su peregrinaje cotidiano. «Tenemos que baldear», dice mientras le hace señas a su hija Valentina (4 años), compañera fiel, para que se aliste.
El destino les jugó una mala pasada y descubren que la zorra (carro de madera tirado por un burro) tiene una goma pinchada. Hay que esperar unas horas a que su marido la arregle. Mientras tanto van cargando los 16 bidones de 20 litros de glifosato en el carro. Con el rodado en condiciones, Alicia recorre los 5 kilómetros que separan su casa del pozo de agua potable más cercano. El del Cordobés. Un vecino solidario que deja que los lugareños accedan a este recurso. «Siempre voy bien temprano por el calor, cada 3 o 4 días. En verano es casi todos los días. Usamos el agua para tomarla, lavarnos y para los animales», dice Alicia, mientras junto a Valentina -mamadera con agua en la mano- empiezan a bajar los bidones al pie del aljibe.
Con balde y soga en mano, Alicia tensa sus 51 kilos para levantar el balde lleno por los 10 metros que tiene el pozo. Con una técnica de gimnasta olímpica, sus brazos musculosos entrenan más de la cuenta. Transpira, protegida por un gorro con la inscripción Buzios, Brasil. El sol ya pega. Valentina le sostiene el embudo para que pueda embocar el chorro en el primer bidón. Así, con 16 bidones. Así, durante más de una hora.
«Los bidones los sacamos del campo donde trabaja mi suegro. Sé que antes tenían veneno, pero si no no tenemos con qué cargar», dice Alicia, haciendo referencia al glifosato, un fertilizante utilizado en los campos de la zona.
Dos horas son las que destina para la tarea. A bajar y subir los 16 bidones cargados de 20 kilos y rezar para no romperse la cintura. O sufrir por ya tenerla rota. No puede esquivar la tarea porque su marido trabaja en el monte haciendo carbón, y no está durante el día. En su casa de barro y techo de chapa, la esperan sus 10 chivas y 7 chanchos. Su otra hija, la de 17 años, vive con su pareja y dejó la escuela.
Polvo, polvo y más polvo. Una tierra donde todo sucede a la sombra. Para llegar a Pampa del Zorro hay que transitar 280 kilómetros desde Resistencia y después hacer otros 60 de camino de tierra. Allí, unas 65 casas desperdigadas se pierden entre la inmensidad. Allí, 400 personas no saben de agua potable en sus casas.
Este es uno de los parajes elegidos para trabajar por el proyecto Derecho de Acceso a Bienes: Agua para el Desarrollo (Daped), una iniciativa impulsada por la Universidad Nacional de Quilmes (a través del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Cuenta con la participación del Ministerio de Desarrollo Social y miembros de la Red de Tecnologías para la Inclusión Social como Ingeniería Sin Fronteras Argentina.
«El proyecto tiene por objetivo generar una nueva forma de intervención estatal que impulse la colaboración y articulación de capacidades institucionales de innovación tecnológica para el desarrollo comunitario, haciendo énfasis en el acceso a agua segura. Actualmente se trabaja en cuatro comunidades rurales de la provincia del Chaco, desde un abordaje sistémico denominado Sistemas Tecnológicos Sociales, que no sólo aborda el problema de falta de agua, sino también un conjunto de problemas vinculados -de salud, de provisión de servicios básicos, alimentarios y productivos-. Los resultados del proyecto preevén empoderar a las comunidades y mejorar sus condiciones de vida y desarrollo», cuenta Hernán Thomas, director de Daped.
También forma parte de esta iniciativa el Programa SedCero la línea de agua de REDES Chaco, una iniciativa apoyada por más de 700 organizaciones públicas y privadas en la Argentina, Bolivia, y Paraguay. Este programa tiene como objetivo incidir en las políticas públicas para garantizar el derecho de acceso a agua segura para consumo y para autoproducción, gestionar conocimiento y aprendizajes sobre iniciativas de acceso a agua segura y sobre la gestión de los recursos hídricos en la región e impulsar proyectos de gestión comunitaria de acceso a agua segura. Actualmente, numerosos proyectos se unen al Programa SedCero tanto para aprender colaborativamente como para generar conocimiento e insumos de política pública.
«Somos una red colaborativa que tiene como objetivo poner la región de Gran Chaco en la agenda pública. Cuando empezamos en 2013 como la línea de agua de Redes Chaco vimos que hay un gran cementerio de obras de OSC y otras instituciones vinculadas al agua, y decidimos analizar y mejorar la forma de construir las iniciativas. La tasa de fracaso de estos proyectos es sumamente alta y por eso queríamos armar una guía de lo que no se tiene que hacer y lo que sí se tiene que hacer. Lo que aprendimos es que siempre la comunidad tiene que participar de la elaboración e implementación del proyecto. Nuestra meta es construir capacidades comunitarias para que la gente pueda resolver sus propios problemas de manera sustentable», sostiene Paula Juárez, coordinadora de SedCero, durante un viaje a Pampa del Zorro, que tiene como objetivo realizar una capacitación teórico-técnica en la comunidad para seguir avanzando con el proyecto Daped.
SedCero trabaja en Chaco, Córdoba, Santfalta textofalta textoa, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja, y ya tiene 30 obras en ejecución. Todos sus proyectos están articulados con el Estado, organizaciones sociales, universidades y escuelas.
La agenda del día consiste en la reparación de la cisterna de la Escuela EEP N° 286 Eva Iris Serra de Pampa del Zorro junto a padres de los alumnos e integrantes de la asociación de pobladores. Son las 9 y un grupo se empieza a formar en la escuela. Una ingeniera les empieza a explicar cómo se van a organizar las siguientes horas: primero descender en el pozo para analizar los pasos a seguir para arreglarlo y después mejorar toda la instalación.
«Casi todos los parajes tienen cisternas en las escuelas, pero muchas veces dejan de funcionan. Esta escuela, por ejemplo, tiene la infraestructura rota, y los análisis bacteriológicos y de arsénico en el agua dieron mal. A su vez, el proyecto no es solamente de agua, sino que buscamos ver de qué manera podemos poner en marcha dinámicas de desarrollo local, que también incluyen cría y cuidado de caprinos o la prevención del Chagas», agrega Juárez.
Los alumnos, 66 entre inicial y primaria, terminan de izar la bandera y se reparten en sus aulas. Los pobladores escuchan la capacitación de la ingeniera y ponen manos a la obra en el pozo. Elida Sandra Acosta Gómez, la directora, cuenta que ya están empezando a sufrir la época de sequía, que va de abril a agosto. «Nuestra principal fuente es el agua de lluvia que guardamos en el aljibe, pero salió que no es apta para consumo por bacterias y gérmenes de materia fecal. Como está rajado se filtran las napas. Entonces la hervimos o le agregamos lavandina. Le pedí a Nación que nos dieran un tanquecito de agua por día, pero todavía no lo pude conseguir», sostiene Acosta Gómez, a la vez que agrega que el tener poca agua influye en la higiene. «Los chicos viven con problemas estomacales. Dejamos de usar las letrinas por la gran cantidad de murciélagos e hicimos baños adentro, que usamos con el agua del aljibe», dice.
Pampa del Zorro es la tierra del no. No tienen agua. No tienen bacha ni canillas. No tienen gas. No tienen cloacas. No tienen teléfono ni señal de celular. Recién les pusieron luz eléctrica hace 2 años. Antes se las arreglaban con lámpara de vela y mechero. Usan cocina con leña y tienen letrina.
Dependen del agua de lluvia. Esa que esperan con los brazos y todos los recipientes que encuentran a mano abiertos para almacenarla: baldes, bidones, tachos, tachitos y hasta mitades de gomas de tractores. El resto lo tienen que ir a buscar a los pocos pozos comunitarios.
«Es una lucha diaria con el agua. Nos bañamos con un fuentón de agua en la cocina o la habitación. En invierno la calentamos en el fuego de leña. También lavamos los platos en un fuentón. Hace 10 años que vivo acá y no mejoró nada. Está peor. De tanto usar uno de los pozos el agua se puso fea, como amarga», cuenta Cristina Landriel, que vive a 500 metros de la escuela, junto a su pareja, sus 4 hijos y su nieto. Su marido trabaja de maquinista en una cosechadora. Ella es ama de casa, cría chivas, ovejas, cerdos, gallinas y patos para consumo personal. «Si vivís en el campo tenés que tener animales para poder sobrevivir. No podemos tener huerta por falta de agua. Hasta el año pasado iba con la zorra a cargar 22 bidones porque junto para mi familia, mis suegros y mi cuñada. Ahora, por suerte, pudimos comprarnos una camioneta vieja y lo hacemos con eso.»
«El principal problema es que estas comunidades están aisladas, lejos del tejido urbano tradicional y eso encarece mucho que el Estado les pueda llevar el agua a sólo 100 personas. Como son comunidades a las que les cuesta mucho visibilizar este problema, es difícil que les lleguen las políticas públicas. Hay una falta de presencia del Estado porque no es políticamente interesante y redituable en forma de votos directos», sostiene del Castillo, quien desde Agua y Juventud se concentra en trabajar con las escuelas, centros neurálgicos de los parajes alejados.
Se diseñan los proyectos en forma modular: identificación del problema, contacto con la comunidad y planteo de una posible solución. «Llevamos el agua a la escuela y la elevamos a través de un tanque. Después la tratamos para purificarla. Una vez que terminamos esa segunda etapa aprovechamos que el agua llegó a la escuela para hacer mejoras en el ámbito de la escuela en temas de higiene o haciendo huertas orgánicas. Lo más importante es que trabajamos siempre promoviendo la participación de la comunidad. La tercera etapa consiste en tratar de distribuir el agua a toda la comunidad, bombeando el agua del colegio a las casas», dice del Castillo.
¿Qué se puede hacer para mejorar el acceso al agua potable en todas las comunidades? Para Julio Barea, de Greenpeace, lo más importante es mantener el suministro del agua en manos públicas, racionalizar el uso del agua castigando los usos innecesarios de agua y premiando las iniciativas encaminadas a racionalizar el uso del agua (regadíos, industria, abastecimiento urbano). «En todos los casos es necesario realizar campañas de concientización para que todo el mundo y los sectores que usan agua racionalicen y ahorren agua. También llevar a cabo buenas prácticas que impidan la contaminación de la misma. Logrado esto es obligación de las administraciones proporcionar agua en cantidad y calidad suficiente para el abastecimiento de las poblaciones», concluye.
Más que una cuenta pendiente, una obligación moral. Los habitantes de la villa Rodrigo Bueno, de Pampa del Zorro y otros tantos millones de argentinos esperan poder tener agua potable en sus casas.
EL MAPA DE ACCESO AL AGUA
El Movimiento Agua y Juventud desarrolló la plataforma Mapa del Agua (www.mapadelagua.org), herramienta que permitirá la sistematización de las condiciones de vida en comunidades y escuelas rurales con el fin de intervenir en dichas realidades para garantizar el acceso a agua segura. Es la primera plataforma virtual que permite mapear la situación real de acceso al agua en las escuelas y comunidades rurales.
Sus objetivos son relevar y sistematizar la condición de las comunidades que se encuentran en situación de vulnerabilidad hídrica; identificar los requerimientos técnico-económicos para el desarrollo de proyectos de acceso al agua segura, y mostrar la evolución de los proyectos desarrollados en curso.
La plataforma permite visualizar la cantidad de escuelas rurales con o sin acceso al agua, la cantidad de alumnos y familias beneficiarias y los proyectos desarrollados por tipo de obra.
www.lanacion.com.ar
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