Las peligrosas consecuencias de manipular el clima
A pesar de que la ONU planteó una moratoria en los proyectos de geoingeniería, que alteran el clima de manera artificial, Gran Bretaña continúa trabajando en el experimento Spice, por el que se busca generar un descenso de la temperatura global en 0,5 grados.
Pero, ¿por qué se oponen los ecologistas? ¿Cuáles son los intereses políticos y económicos que impulsan estas iniciativas? ¿Por qué pueden llegar a ser peligrosos para el medioambiente?
El gobierno de Gran Bretaña aplazó el Proyecto Spice, por medio del cual planeaba reducir la temperatura del planeta en unos 0,5 grados centígrados.
Esta iniciativa que está coordinada por la Universidad de Bristol con la participación de científicos de Cambridge, Oxford, Bristol y Edimburgo y la empresa privada Marshall Aerospace va a demorar unos meses en volverse a poner en práctica.
Las presiones de grupos ecologistas y una moratoria impuesta por la ONU fueron las principales presiones que sufrieron los promotores de este innovador plan.
¿CÓMO SE PUEDE ALTERAR EL CLIMA?
La primera parte del experimento consiste en elevar una manguera de un kilómetro de largo, mediante un enorme globo inflado con helio, por la cual arrojarán al cielo agua de mar. Esta fase experimental precede al verdadero proyecto que va a ubicar el tubo a 20 kilómetros de altura pero en lugar de agua se irradiarán 10 millones de toneladas de partículas azufradas.
De esta manera, se crearía una especie de nube volcánica artificial, que desviaría parte de la radiación solar que impacta en la tierra, con el fin de bajar la temperatura.
SPICE es la sigla de “Stratospheric Particle Injection for Climate Engineering” (Inyección estratosférica de partículas para la ingeniería del clima).
El costo para el Consejo de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas de Gran Bretaña es de 1,6 millones de libras esterlinas, mientras que los creadores del proyecto sostienen que si se realiza a escala global durante 18 meses, la temperatura podría descender medio grado en todo el planeta.
Además, de las presiones por los que se oponen a la alteración artificial del clima, aún faltan resolver algunas cuestiones técnicas como generar la enorme presión para elevar a tanta altura semejantes toneladas de químicos.
MORATORIA DE LA ONU
El Protocolo de Nagoya, aprobado en 2010 por la Convención Sobre Biodiversidad de la ONU, impuso un cese en los experimentos de geoingeniería, que intentan manipular el clima como medio para contrarrestar el efecto invernadero.
Sin embargo, tanto el gobierno de Gran Bretaña como el de Estados Unidos pretenden burlar la firma del tratado de Nagoya para desarrollar esta clase de experimentos, con la excusa de que si ellos no lo hacen, otros países lo harán primero.
Además, desde el punto de vista geopolítico, es importante dominar el campo del cambio climático, dado que eso producirá una ventaja económica sobre el resto de los países.
LOS PELIGROS DE MANIPULAR EL CLIMA
Como toda novedad científica, los proyectos de geoingeniería causan escepticismo en gran parte de la comunidad científica y temor entre los que se mantienen ajenos a las innovaciones. Aunque el postulado para desarrollar el Proyecto Spice parece coincidir con los objetivos de las agrupaciones ambientalistas, es decir, reducir los efectos del cambio climático, esta iniciativa crea un peligroso antecedente.
Si tuviese éxito, carecerían de sentido las cumbres que se realizan para reducir los gases de efecto invernadero, dado que si se logra bajar la temperatura, las industrias no tendrían por qué dejar de usar combustibles altamente contaminantes como los fósiles y el carbón.
El grupo ETC, con sede en Canadá, es el principal opositor a Spice y a la geoingeniería en general. Esta ONG denunció que ya existen controvertidos experimentos para provocar lluvias, como la “siembra de nubes”, que se produce inyectando ioduro de plata en las alturas para provocar lluvia.
Además, según este grupo, existen en Ecuador empresas agrícolas que disparan cañones con químicos para producir sequía. Por ejemplo, la empresa Nintanga, en Cotopaxi produce intencionalmente sequía durante ocho meses para crear el clima propicio para el cultivo de brócoli. Esta acción genera que las comunidades campesinas aledañas se vean directamente afectadas por la aridez.
“THE RAINMAKER”
El primer registro que se tiene de una alteración voluntaria del clima es de finales de 1915, cuando el vendedor de máquinas de coser, el estadounidense Charles Hatfield, reveló que tenía una fórmula secreta para hacer llover.
El gobierno de la ciudad San Diego le contrató para combatir una prolongada sequía. Luego de construir una torre, elevó varios toneles a la cima para liberar por evaporación los 23 compuestos químicos, que supuestamente contenían.
El resultado fue una torrencial lluvia que desbordó ríos, represas y se produjeron decenas de muertos por la cantidad de agua caída. En consecuencia, la municipalidad no le pagó.
Entonces, Hatfield le inició un juicio. El tribunal dictaminó que la lluvia se produjo fortuitamente y no por una manipulación climática. El actor Burt Lancaster protagonizó esta historia en la película The Rainmaker.
DUDAS JUSTIFICADAS
Mediante la estimulación de estos proyectos de geoingeniería, Washington y Londres darán una señal ambigua a fines de noviembre en la próxima Cumbre Climática de Durban COP17.
Por otro lado, por todos los medios las industrias de hidrocarburos y de fuentes de energías contaminantes buscan evitar su extinción al bloquear, con experimentos científicos como Spice, la adopción de suministros limpios y renovables.
Además, el bloqueo de la luz solar mediante una nube volcánica artificial podría destruir el ozono y disminuir la cantidad de luz del sol recibida, cambiar los patrones de las precipitaciones y alterar la agricultura y por ende la alimentación, que ya sufre varios problemas por culpa del cambio climático.
Como todo lo nuevo, la geoingeniería provoca incertidumbres, pero cuando se analiza por qué las potencias insisten en realizar estos experimentos y los motivos políticos y económicos que los movilizan, estas dudas se acrecientan y generan el rechazo de las organizaciones ecologistas y de la comunidad internacional.
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